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Mi nombre Ramonika. Nací en los Estados Unidos Mexicanos en la ciudad de Hermosillo Sonora, un 8 de Marzo. Soy una apasionada de la lectura y la escritura.

9/22/24

Sombras de Horror

 


Era una noche oscura y fría cuando Eva María decidió salir a caminar por el parque cerca de su casa. La luna apenas iluminaba el sendero, y un silencio inquietante llenaba el aire. Había algo en la atmósfera que la ponía nerviosa, pero necesitaba despejar su mente.

A medida que avanzaba, los árboles se alzaban como sombras amenazantes, sus ramas moviéndose suavemente con el viento. De repente, escuchó un crujido detrás de ella, como si alguien caminara en la oscuridad. Se volvió rápidamente, pero no había nadie.

—Solo es el viento —se dijo, intentando tranquilizarse. Sin embargo, la sensación de ser observada persistía. 

Continuó su camino, pero la inquietud creció. Notó que las luces del parque parpadeaban, creando sombras que danzaban a su alrededor. Decidió regresar, pero al dar la vuelta, vio una figura al final del sendero.


 Era un hombre, de pie, inmóvil, con un sombrero de ala ancha que ocultaba su rostro.

—¿Está todo bien? —preguntó, tratando de mantener la calma.

No hubo respuesta. El hombre no se movía, solo permanecía allí, como si esperara algo. Su instinto le decía que debía alejarse, así que aceleró el paso, pero él comenzó a seguirla. El sonido de sus pasos resonaba detrás de ella, cada vez más cerca. 

—¡Déjame en paz! —gritó, sintiendo el pánico apoderarse de ella. 

Aumentó la velocidad, corriendo hacia la salida del parque. Las luces seguían parpadeando, y el aire se volvía más denso. Cuando finalmente llegó a la salida, miró hacia atrás, pero el hombre había desaparecido. El silencio regresó, pero su corazón seguía latiendo con fuerza. 

Creyó que todo había terminado, pero cuando cruzó la calle, un escalofrío recorrió su espalda. En la sombra de un árbol, vio su figura nuevamente, observándola con un brillo inquietante en sus ojos.

No sabía qué quería, pero estaba segura de que no lo entendería hasta que fuera demasiado tarde. La sensación de terror se apoderó de ella y corrió, sin mirar atrás, con el aliento entrecortado y el corazón latiendo desbocado. Sus piernas parecían pesar toneladas, pero el impulso del miedo la mantenía en movimiento. Al llegar a la esquina de la calle, cruzó rápidamente, sin detenerse a pensar en el tráfico. 

Una ráfaga de aire frío la envolvió, y de repente, el sonido de sus pasos resonó nuevamente tras de ella. Era como un lamento que nunca se detenía, y cada vez sonaba más cerca, más amenazante. Miró por encima del hombro y, por un breve instante, vio su rostro. No era humano; sus ojos eran dos abismos oscuros y vacíos, y su sonrisa era una mueca grotesca.

Sin poder contenerse, gritó, llamando a cualquier persona que pudiera ayudarla, pero su voz se perdió en la noche.

Desesperada, decidió entrar a un edificio cercano, una vieja biblioteca que conocía bien. La puerta chirrió al abrirse, y corrió hacia el interior, cerrando la puerta con fuerza detrás de ella. La penumbra la rodeaba, y el aroma a papel viejo y humedad era familiar, pero en ese momento no le ofrecía consuelo. 

Buscó un lugar para esconderse, finalmente encontrando refugio detrás de un estante. Se agachó, tratando de calmar su respiración. Desde allí, escuchó el sonido de pasos acercándose. No eran los pasos pesados del hombre del sombrero, sino más bien un arrastre, como si algo o alguien estuviera arrastrándose por el suelo.

La luz de la luna entraba por las ventanas, proyectando sombras alargadas que se movían como si tuvieran vida propia. Su corazón palpitaba con fuerza, y el terror la paralizaba.

—¿Dónde estás? —escuchó la voz del hombre resonar desde el pasillo. Su tono era suave, casi seductor, pero lleno de una oscuridad que le heló la sangre.

No podía quedarse ahí. Tenía que salir. Comenzó a moverse lentamente hacia la puerta trasera de la biblioteca, intentando hacer el menor ruido posible. Pero cuando estaba a punto de abrirla, escuchó un crujido detrás de ella. 

Se dio la vuelta y vio una figura que emergía de las sombras: un grupo de seres, demacrados y con una apariencia espectral, sus ojos brillando con un hambre insaciable. Sus rostros eran retorcidos, con sonrisas que no eran sonrisas, como si se alimentarán de su miedo. 

El hombre del sombrero apareció detrás de ellos, su figura erguida y amenazante.

—No puedes escapar de mi oscuridad —dijo, mientras las criaturas se acercaban lentamente.

Fue entonces cuando entendió que el parque no solo estaba habitado por él, sino por legiones de sombras que se alimentaban de aquellos que se aventuraban en la noche. La biblioteca no era un refugio; era una trampa. 

Con un último esfuerzo, abrió la puerta y corrió hacia la salida. Las criaturas la seguían, sus risas burlonas resonando en sus oídos. Cuando cruzó el umbral, se dio cuenta de que el parque estaba cubierto por una bruma densa, casi palpable, como si el aire estuviera impregnado de terror.

El hombre del sombrero se acercó, extendiendo una mano hacia ella.

—Siempre serás parte de nosotros —susurró, y las sombras se abalanzaron sobre ella.

Con un grito ahogado, comprendió que no había escape. Las sombras se cerraron a su alrededor, y mientras el mundo se desvanecía, la última cosa que escuchó fue su risa resonando en la oscuridad, jamás logró escapar. 



2 comments:

  1. Hola Ramonika. ¡Qué historia tan intensa! me mantuvo a la alerta. en la lectura tensión creció de manera efectiva, especialmente con la aparición del hombre del sombrero y las sombras. Me encantó el giro en la biblioteca; no esperaba que se convirtiera en una trampa. ¡El final me dejó con escalofríos! Definitivamente, una lectura que no olvidaré. ¿Tienes más historias así? me gustaría leerlas, te felicito.

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    1. Muchas gracias por tomarte el tiempo para leer mis letras, bienvenida.

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