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Mi nombre Ramonika. Nací en los Estados Unidos Mexicanos en la ciudad de Hermosillo Sonora, un 8 de Marzo. Soy una apasionada de la lectura y la escritura.

9/27/24

La Leyenda de Isadora

 


En una hacienda llamada La Huerta, en el corazón de Sonora, existe una leyenda que todos sus habitantes contaban con temor y respeto.

Esta es la historia de una hermosa mujer, conocida como Isidora de la Huerta, cuyas trágicas circunstancias la convirtieron en un símbolo de venganza y misterio.

Isidora era una joven mulata de piel dorada y cabellos oscuros que brillaban a la luz del sol. Desde pequeña, su belleza y gracia cautivaron a quienes la conocían. Sin embargo, su vida no fue sencilla. La envidia y los celos de algunas mujeres del pueblo, así como la desconfianza de los hombres, comenzaron a gestar rumores en su contra.

Un día, tras un extraño suceso en la hacienda, donde varios animales aparecieron muertos y los cultivos comenzaron a marchitarse, las miradas se volvieron hacia Isidora. Sus enemigos se unieron, alegando que poseía poderes oscuros y que había hecho un pacto con fuerzas malignas. Sin pruebas, pero con la fuerza de la calumnia, la acusaron de brujería.

A pesar de su inocencia, Isidora fue arrestada y llevada ante el consejo del pueblo. La sala estaba llena de murmullos y miradas de desprecio. Isidora, con el corazón roto, intentó defenderse, pero sus palabras fueron ignoradas. Fue condenada a ser quemada en la hoguera, un castigo que resonó con la maldad de quienes la habían acusado.

Isidora:¡Este pueblo sufrirá las consecuencias de su injusticia! Mi espíritu jamás descansará hasta que se haga justicia.

El día de su ejecución llegó, y mientras las llamas comenzaban a devorar la leña, Isidora alzó su mirada al cielo, gritando una maldición que resonó en cada rincón del pueblo y la hacienda La Huerta. Aquellos que la habían traicionado sintieron un escalofrío recorrer sus cuerpos, y la atmósfera se llenó de un aire ominoso.

Isidora: (entre lágrimas y rabia) ¡Que la sombra de mi dolor cubra este lugar! ¡Nunca hallarán paz ni prosperidad mientras mi nombre siga siendo un susurro de desprecio!

Cuando las llamas finalmente apagaron su vida, los pobladores creyeron que el peligro había pasado. Sin embargo, a partir de ese día, en todo el pueblo y la hacienda La Huerta comenzaron a experimentar sucesos extraños. Las cosechas se marchitaron, las tormentas se desataban sin aviso, y las sombras parecían moverse con vida propia.

Los rumores de la maldición de Isidora se propagaron rápidamente. Muchos aseguraban que, en las noches de luna llena, se podían ver sus ojos brillantes en los campos, observando desde la distancia. Algunos incluso afirmaban haber escuchado su risa, como un eco de su belleza perdida. Aquellos que se atrevían a hablar mal de ella sentían un peso en el pecho, como si la culpa la siguiera a cada paso.

Con el tiempo, los habitantes de la hacienda  La Huerta comenzaron a dejar el pueblo. Las familias se marchaban, temerosas de los fenómenos inexplicables que les rodeaban. Solo unos pocos permanecieron, atrapados en un lugar que ahora parecía estar maldito.

Una noche, un joven llamado Mateo, que había crecido escuchando las historias sobre Isidora, decidió que era hora de enfrentar sus miedos. Desafiando a los demás, se dirigió a la colina donde había sido quemada, decidido a rendir homenaje a la mujer cuya vida había sido truncada injustamente.

Mientras la luna iluminaba el cielo, Mateo colocó flores sobre el lugar y pronunció palabras de respeto. De repente, un viento helado lo envolvió, y el aire se tornó denso. Los murmullos comenzaron a elevarse, formando un canto melódico que resonaba en sus oídos.

Mateo:  ¡Isidora! Te pido perdón por los errores del pueblo. Tu belleza y bondad no merecen este destino.

En ese momento, una mujer  apareció ante él. Era Isidora, con su cabello ondeando y una tristeza profunda en sus ojos.

Isidora:  ¿Por qué has venido, joven? ¿Buscas justicia o simplemente enfrentar tus propios temores?

Mateo: Busco entender. No puedo permitir que tu recuerdo se convierta en un eco de miedo. Quiero que el pueblo sepa la verdad.

Isidora lo miró fijamente, y algo en su corazón se conmovió. Su rencor parecía desvanecerse lentamente.

Isidora: Le susurro al oído a Mateo. Si quieres que mi espíritu encuentre paz, deberás contar mi historia. La injusticia que sufrí debe ser revelada. Solo así mi maldición podrá ser levantada.

Al día siguiente, Mateo regresó al pueblo, decidido a contar la historia de Isidora. Habló con los pocos habitantes que quedaban en la hacienda La Huerta y en el pueblo, quienes  le compartieron la verdad sobre la mujer que había sido acusada injustamente. Y Mateo escribió y publicó la historia en su periódico y  a medida que su relato se difundió, las sombras comenzaron a despejarse, y la atmósfera de miedo dio paso a la comprensión.

Poco a poco, los pobladores empezaron a regresar, y hacienda La Huerta comenzó a florecer nuevamente. 

Las cosechas volvieron a crecer, y la risa de los niños resonó en las calles del pueblo. Pero, a pesar de la calma, el recuerdo de Isidora permaneció vivo en los corazones de los habitantes. 


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