Elena Masón Linares era una niña cuando sus padres murieron atrapados en su casa de la playa; donde estaban de vacaciones. Cuando la ayuda llegó al lugar ya el fuego había consumido todo.
La pequeña Elena fue encontrada sentada jugando en la casita de muñecas que estaba en el jardín, todos decían que era un milagro que estuviese ahí, porque de haber estado dentro con sus padres hubiera tenido una muerte tan horrible como la de ellos. Tan solo era una niña de cinco años cuando ocurrieron los hechos.
Un par de semanas después de la tragedia, Elena fue a vivir con su abuela, a un pueblo no muy lejos de donde vivía con sus padres. Ahora era la “señora Natalia” la responsable de velar por su seguridad siendo ella la familia más cercana de la niña le otorgaron la patria potestad.
Al transcurrir los años el caso fue archivado como accidental. Realmente nadie puedo determinar qué fue lo que ocurrió en la casa de la familia Masón Linares… Ni los más expertos en la materia lograron encontrar respuestas de cómo se había incendiado aquella casa. No hubo formas de saber nada fue como si no hubiera pasado tal incidente, pero ahí estaba una familia sin vida y una casa en cenizas.
Elena al cumplir los diecinueve años se convirtió en una joven bella, y estudiante con nivel aceptable, un tanto solitaria más no apartada del todo porque tenía a dos buenas amigas con las que se le veía muy a menudo: una llamada Marta y la otra Oliva. . . , la hija del alcalde…
Doña Natalia, mejor conocida como la abuela Nati, ahora un poco más mayor, pasaba los días preocupada por su nieta, pues temía que al faltar ella se quedara totalmente sola y desamparada.
Además, temía y se preocupaba por su seguridad y la de su nieta, puesto que en el pueblo y alrededores habían ocurrido muchas tragedias y crueles asesinatos, casos sin resolver lo que indicaba que seguro andaba un demente suelto, un sociópata asesino como dicen en las noticias, y ellas vivían solas. La pobre abuela no tenía paz cuando su nieta salía a la calle, ya sea por diversión o por hacer sus deberes.
escolares. La sola idea de que le suceda algo a su nieta la mantenía al borde de los nervios.
Una tarde al finalizar el curso
Era viernes y como de costumbre, Elena salió con sus dos amigas del colegio y les invitó a pasar a casa de su abuela.
—Hola abuela, mira quien viene a comer con nosotras —dijo Elena a su abuela Natalia que estaba colocando la mesa.
—¡Aaahh, pero si son Marta y Olivia! —exclamó la abuela como sorprendida con una gran sonrisa—. Pasen niñas que la comida está lista, lávense las manos y les voy sirviendo.
—Claro abuela, Nati —respondieron las dos jovencitas al mismo tiempo.
La abuela Nati las quería tanto como a su nieta y siempre se hacia la sorprendida al verlas.
—Ahora vengo, voy a subir a dejar mis cosas — dijo Elena que en el fondo envidiaba la amabilidad que su abuela ofrecía a esas dos jovencitas—. Pero qué pesado hijo, ya llegará su momento —se dijo con una sonrisa malvada mirándose frente al espejo, a la vez que dejó todas sus cosas y se apresuró a bajar para comer con su abuela y sus amigas.
Durante la comida las tres chicas hablaban de sus planos al finalizar el colegio, todas tenían paleando qué hacer.
—Este verano nos vamos a México —dijo Olivia— a Puerto Vallarta, comentan que son las playas más bonitas, además allá veré a Mari, mi hermana mayor ¡la extraña tanto!, desde que se casó radica en el extranjero. Y la vemos tan poco…
—Ustedes ¿qué van a hacer este verano? —preguntó Olivia a Marta y Elena.
Y Marta respondió
—Yo me voy sola a Italia, esta vez mis padres no vendrán, allá me esperan mis tíos Alfonsina y José, espero divertirme mucho con mis primos Mariam y
Luis.
Elena las vio y dijo:
—No creo que hagamos nada interesante, este verano será como todos, ¿no es así abuela, Nati?
La abuela le sonríe dulcemente.
—Claro que haremos muchas cosas Elena, iremos cada tarde al lago, luego cultivaremos moras y fresas para hacer mermeladas, te divertirás y aprenderás más cosas.
Olivia emocionada por los aviones de la abuela Nati apresurada añadió:
—Abuela prométeme que a mi regreso me enseñarás a hacer todas esas mermeladas a mí también.
—También yo quiero aprender dijo Martha
—Por supuesto que sí mis niñas —dijo la abuela.
Entretanto, Elena siguió comiendo disimulando su enojo, le parecían tan bobas, solo las soportaba por darle el gusto a su abuela, quien de saber que no tenía amigas se preocuparía y la enviaría a más terapias de las que recibió al perder a sus padres. Cosa que le disgustaba mucho.
Cuando terminaron de comer las tres chicas subieron a la habitación de Elena donde estuvieron escuchando un poco de música y hablando de cosas.
—Es tardísimo —dijo Olivia viendo el reloj— tengo que irme ya ¿vienes Marta?
—Sí, si tengo que preparar mis cosas para el viaje —respondió Marta al tiempo que se despedía de Elena.
—Hasta pronto Elena, te quiero amiga.
—Cuídate —le dijo Elena finciendo que le importaba. En realidad, no era así, la detestaba al igual que a Olivia por tener una familia como la que ella hubiera deseado.
—Que se diviertan y no olviden traerme algún recuerdito.
—Claro que sí —respondió Olivia— y tú nos guardas mermeladas, seguro te quedarán deliciosas con la receta de la abuela Nati.
—Vale chicas, pero andando que se les hace aún más tarde; las veo a su regreso.
Cuando las jóvenes se fueron Elena se acostó en la cama mirando al techo.
—Como las odio —dijo para sí misma— pasan su vida viajando y yo no salgo de este mugroso pueblo.
Estaba realmente molesta, se levantó y fue al espejo, se miró fijamente, colocó sus dos manos en él y con esa sonrisa de placer que le producía su mente retorcida cuando planeaba algo y se dijo: «Creo que ya es tiempo de que se vayan». ». para siempre».
Nadie sabía el terrible secreto que guardaba Elena. Era una chica de malos sentimientos, con poderes sobrenaturales. Ella fue la causante del incendio donde murieron sus padres. Ella los había matado al escucharlos decir que pronto tendría un hermano o hermana para jugar, sus padres estaban tan felices y pensaban darle la buena noticia a Elena, pero esta que los había escuchado, solo sentía odio hacia ellos. Ella no podría compartir el amor de sus padres con nadie, los había elegido para ella, y no habría de permitir que nadie más fuera parte de su familia, Elena era un ente del mal. Se apodero de aquel cuerpecito sin vida, el día que su madre Sofía dio a luz durante el parto, la niña murió por unos segundos, tiempo en que los médicos lucharon por retenerla con vida, cuando vieron que la pequeña volvió a respirar creyeron haberle salvado. . , pero no fue así.
En ese preciso momento el demonio se había adentrado en la recién nacida que había dejado el cuerpo sin alma aquel fatídico día de su nacimiento.
Un demonio había cobrado vida. Por ello había muchos asesinatos alrededor del lugar donde ella vivía y no lograban encontrar a los culpables. Como iban a hacerlo si la culpable era ella. Un ser del más allá usurpando un cuerpo para esparcir su maldad llevaba años alimentándose del dolor ajeno.
Primero sus padres y luego pobladores del lugar, y tanta gente que tuvo la mala suerte de cruzarse en su camino. Cada noche al ir a dormir se despedía de su abuela dándole las buenas noches. Momento que aprovechaba para dejar su cuerpo sin alma y salir a buscar víctimas. Ella era muy cruel y tan despiadada que no le importaban las edades. Se alimentaba del dolor, realmente disfrutaba ver cómo se desangraban y suplicaban por piedad, y ahora, les había llegado el turno a sus dos amigas.
Ella sintió que sus vidas eran mejores que la suya y la envidia la poseía, la ira la alimentaba.
Aquella noche la suerte estaba echada. Elena fue a casa de Olivia cerca de la media noche. La chica se encontraba inquieta, poco podía dormir por la emoción que le producía su viaje. De pronto, Olivia sintió como el viento empujó la ventana de su cuarto y se levantó de un salto de la cama para ir a cerrarla, luego, notó que no había más viento. «¡Qué extraño!», pensó. Entonces, Olivia cerró la ventana y al darse cuenta de la media vuelta se encontró con Elena. — ¿Qué haces aquí? —le dijo entre asustada y sorprendida al verla.
—He venido por ti —le respondió Elena elevándose ante los ojos de Olivia quien intentaba gritar, pero no salía nada de su garganta, ni un sonido, nada, sus palabras estaban silenciadas.
—Nadie te escuchará solo yo puedo hacerlo, perra maldita te he soportado durante años, pero hoy es tu día, la hora en que me pagarás por haber soportado tanta estupidez y arrogancia, te crees lista porque tienes una familia que te ama ¿Dónde está? ? ahora esa familia? Míralos dormir niña estúpida, al despertar ya no estarás para ellos ja, ja, ja —rio despiadadamente. —Por favor no, Elena déjame.
—¡No soy Elena estúpida! Elena no existe, murió al nacer.
Olivia no podía creer lo que veía, el ente se mostraba ante ella como era, visiblemente aterrador. Ella estaba tan asustada que no podía gritar ni moverse a voluntad.
—Ahora vamos a jugar un juego —le dijo Elena quien cogió un papel y una pluma para ponerlos en sus manos y obligarla a escribir una nota de despedida muy cruel en contra de sus padres. Progenitores que ella adoraba y en ese momento les dejaba una carta, que al leerla vivirían con el dolor de creerse responsables de su muerte; Lágrimas rodaban por las mejillas de Olivia.
Cuando terminó la carta la colocada sobre la mesita de noche.
—Ahora es tu turno —le dijo Elena— vamos, córtate las venas, siente como fluye el dolor y se te va la vida poco a poco. Yo estaré aquí hasta el último de tus alientos.
Olivia se había cortado ambas venas y luego se colgó del bastidor de su cuarto quedando inerte sobre el tejado.
Una vez más Elena lo había hecho, pero esta vez más cruel que nunca porque aquellos padres al despertar veían el horror que había cometido su hija y al leer sus últimas letras les destrozaría la vida.
Al día siguiente el pueblo se levantó con la mala noticia. Nadie podía creer que una joven tan linda se había quitado la vida. Los padres estaban desechados.
Toda la gente reunida alrededor de la familia; Elena y su abuela no podían faltar, que lejos estaba su abuela de imaginar lo ocurrido. Elena fingia tristeza, pero la realidad fue que ella se estaba alimentando de todo el dolor emitido por los familiares y amigos que realmente sentían a pesar de su pedida.
Un mes después de lo ocurrido a Olivia, Martha la siguió en Italia, pero regresaría en dos días. Se lo dijo a la abuela Nati quien rápido se lo comentó a Elena.
—Mi preciosa nieta, pronto estarás más acompañada porque regresa tu amiga Martha. Eso te ayudará a no extrañar tanto a Olivia, que Dios tenga en su gloria.
—Qué bueno que regresa abuela, el extraño tanto, me siento tan sola desde que murió Olivia —dijo mintiendo descaradamente Elena.
—Lo sé, lo sé mi muchachita.
Y así, pasaron los días en aquel pueblo que aún no dejaban de hablar de lo ocurrido a la joven Olivia.
Martha había regresado tras ir a visitar a los padres de Olivia, acompañada de los suyos para dar las condolencias. Se despidió de ellos para ir a visitar a la abuela Nati y su amiga Elena, a quien ella creía que sería su amiga tanto como ella por lo ocurrido a su amiga Olivia.
Martha llegó a la casa de la abuela Natalia, al tocar le abrió la puerta.
—Hola abuela ¿cómo estás? Te extrañé, igual que a Elena. ¿Dónde está ella?, quiero verla.
—Pasa hija, está arriba, sube. Está muy triste por lo de Olivia, espero que puedas animarla un poco.
—Abuela lo intentaré, pues yo soy igual que ella, la queríamos mucho las dos.
—Sube hija, anda sube, le alegrará verte.
Martha subió y tocó la puerta del cuarto de Elena.
—¿Quién es? —preguntó y supuso que era su abuela— pasa abuela que estoy recogiendo cosas. —No soy tu abuela, pero puedo ayudarte —le dijo Martha lanzándose sobre ella en un abrazo.
—¡Holaaa! —le respondió Elena fingiendo que se alegraba al verla. —Estaba deseando tu regreso. No sabes cuánto te extrañé Martha.
—Me imagino Elena, también yo las extrañé mucho a las dos, llegar aquí y no encontrar más Olivia…
—Es muy difícil amiga, saber que se fue porque tenía una vida difícil, en qué momento pasó todo eso porque nunca nos habló de lo que sufría.
Elena abrazó con más fuerza a Martha finciendo tristeza y dándole ánimos.
—Sabes, que he tenido que ir a casa de sus padres a darle el pésame. Se veían tan afligidos. No parecen ser las personas que describen a Olivia en su carta. No entiendo, dicen mis padres que se van del pueblo.
—Yo tampoco lo creía, pero ¿por qué se quitaría la vida Olivia, sin motivos, Martha? —Tiene que ser verdad y si es así me alegra se vayan del pueblo — dijo Elena.
Ellas eran unas expertas en maldad y en incordiar.
Tras unas Martha horas se despidió de Elena y la abuela Nati.
—Nos vemos luego —les dijo.
—Cuídate, te quiero —dijo Elena.
En cuanto se quedó sola en su habitación se fue directamente al espejo. Nada le hacía sentirse mejor que verse en él y mostrarse tal cual era.
—Por fin estás en casa Martha, es tu turno maldita estúpida, así que las extrañas, pues no le extrañarás mucho, pronto te reunirás con ella ja, ja, ja.
Cuatro meses después de lo ocurrido a Olivia, Elena decidió que era el turno de Martha. Ella conocía muy bien a su amiga y sabía de sus rutinas. A su amiga le encantaba ir a nadar al lago por las tardes. Cuando no había gente alrededor solía pasar una hora en el lugar siempre sola. Jamás las había invitada ni a ella ni a Olivia porque era su refugio de paz aquella tarde sería la última para Martha, Elena le tenía reservado ya un lugar junto a todos aquellos que había asesinado antes.
Cuando Martha llegó al lago, como de costumbre, no se imaginaba lo que le esperaba. Se adentró en las aguas tras quitarse la ropa quedando solo con él bañador.
De pronto, algo la inquietó haciéndola gritar.
—¿Quién anda ahí?
Para su tranquilidad era Elena.
—¡Qué susto me ha dado Elena, por Dios! Casi se me vende el corazón.
—¿Por qué Martha? Te asusta mi llegada, ¿acaso no quieres compartir conmigo tu secreto?
— ¿De qué hablas Elena? —pregunta Martha.
—Crees que no sabía que venías a este lugar diariamente? Y jamás me invitaste a mí, ni a Olivia, ¿no decías que éramos tus mejores amigas casi tus hermanas?
—Me estás asustando Elena, qué te pasa.
—Qué, ¿qué me pasa? Maldita zorra te crees merecedora de disfrutar de la naturaleza a solas. Un ser especial, único, ahora vas a pagar caro tu osadía.
Mírame Martha soy tu peor pesadilla, tu realidad.
Martha muy asustada, no daba crédito a lo que sus ojos estaban viendo, un ser tan feo increíblemente horroroso, que la sumergía en el agua una y otra vez.
Mientras lo hacía le contaba todo lo que le había hecho a Olivia, era muy cruel y despiadada Elena.
Estaba disfrutando del momento de ver a Martha incrédula y llorando sin poderse defender. Cuando se cansó de jugar con ella le dijo:
—Nos vemos en el infierno, dale un beso a Olivia de mi parte; zorras. —Y la dejó sin aliento ahogada en medio de aquel lago.
Al día siguiente, uno de los lugareños miró el cuerpo sin vida flotando en las aguas y dio aviso a las autoridades que de inmediato identificaron a la joven Martha. Las leyes del lugar dictaminaron que murió por ahogamiento. Una muerte accidental que no ligaron a ningún crimen ya que no había marcas en su cuerpo. Cosa que era obvia ocurriría.
Un año después, Elena estaba en su habitación feliz y se sentía plena porque seguía aniquilando personas y alimentándose del dolor.
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