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Mi nombre Ramonika. Nací en los Estados Unidos Mexicanos en la ciudad de Hermosillo Sonora, un 8 de Marzo. Soy una apasionada de la lectura y la escritura.

9/28/24

NI ROSAS NI CUCHILLAS

Hola, soy Cristal Broke Lens, una chica de campo que vino a la ciudad con la ilusión de progresar tanto en lo profesional como en lo personal. Me prepararé lo suficiente para terminar mi carrera universitaria y graduarme con honores.

Hoy, 24 de enero, dejo atrás mi hermoso pueblo, mis grandes amigos y mis tesoros más valiosos: mis padres, de quienes estoy orgullosa y muy agradecida por ayudarme a cumplir mis metas en la vida.

 

Bueno no los quiero aburrir con mi historia de vida, pero era necesario que les contase un poco de mí, antes de explicar todo lo que me ha ocurrido hasta el día de hoy.



 » Me declaro inocente señor juez «

 

No podía creer que me vería envuelta en un crimen, mucho menos ser la principal sospechosa de un homicidio, y todo por salir con un idiota (Cristian). 

¿ Qué, quién es Cristian? - ¡Un idiota con ínfulas de grandeza y de conquistador al que nadie le podía decir No! Pero ahí estaba yo su próxima conquista (o por lo menos eso es lo que él creía).  La primera vez que le vi me pareció un hombre atractivo, sí es innegable que lo es. Pero no me movió el piso y mucho menos me hizo sentir mariposas en el estómago, ¿No es lo que se debe sentir cuando alguien te gusta? En fin, eso no ocurrió conmigo, pero sí con la mayoría de las mujeres de aquel lugar llamado trabajo donde la mayoría de las chicas ya habían pasado por su oficina (entiéndase bien). 

Que le habían mostrado “su currículo” más de una vez para ser aprobados por él. A juzgar por sus impresiones muchas se sintieron felices de pasar el examen y otras salían de ahí con el corazón roto.  Él tenía ese efecto en la mayoría de las mujeres que trabajan en ese lugar.  Era un especialista en cumplir o romper sueños, -sobre todo, los de las chicas-. Cada día que pasaba en la oficina me sentía más acechada, -sí, me sentía una presa esperando a que el león diera el zarpazo. Además, escuchaba rumores de mis compañeros que decían: «Ya no tarda en caer». Como si fuera un hecho que yo sería la siguiente en pasar por las garras de aquel depravado sexual -cómo llamarlo de otra manera si su oficina parecía más un prostíbulo que una pasarela de modas, con tantas mujeres bellas entrando y saliendo de ella-. 

En fin, otro día más de trabajo. Sin más novedades. 

¡Oh! no les había dicho que trabajo en una agencia de modas, soy la asistente del subdirector, no me quejo es lo mejor de lo mejor, como dicen mis compañeros la crema y nata de Nueva York. Yo soy una de las afortunadas en tener un buen empleo. Pero ojo que llegué ahí por mis propios méritos ¡¡¡y vaya gracias a mis estudios y preparación!!!  .


Era, 14 de febrero, se respiraba amor en el trabajo, flores y regalos por todas partes. En mi pequeño escritorio ¡sorpresa una rosa! Veamos qué dice la nota.

 

 —Feliz día guapa, te toca cuchillas o rosas. 

 

En ese momento me pareció una broma de mal gusto, tomé la rosa y la boté a la basura, pude ver al inclinarme sus zapatos, ahí estaba él, esperando que levantara la vista y lo hice. 


¿Cristal? —preguntó él. 

—Sí, señor —le respondí con el respeto de saber que era uno de mis superiores sin importar su historia personal. 


—Bueno… ¿sabes quién soy?  


—El director general de la firma, señor Cristian. —Respondí.

 

Antes de darse la  media vuelta me dijo:

 —La espero en mi oficina, Cristal.

 

Yo tomé una hoja de papel y una pluma, me dirigí a la cueva del lobo esperando salir con vida de ahí.  No me malinterpreten me refería, a no perder mi trabajo porque conocía el historial de ese hombre, y tenía bien claro que no sería una más de sus conquistas. Así que si se propasaba conmigo  ese sería el fin de mi carrera en aquella empresa. 


—Ya estando dentro de la cueva.   Aquello, no se veía tan mal como lo pintaban, después de todo.

 

—Siéntese, señorita Cristal. Me dijo.

 

Lo cual hice de inmediato, esperando saber porque me había llamado a su oficina, si yo pertenecía a otro departamento. 

 

—Seguro se pregunta porqué está aquí?, pues bien, ahora mismo se lo voy a explicar. Estoy por casarme en unos días, por lo cual dejaré la dirección general de Ecomodas, a mi futura esposa. No le agrada la idea de que esté todo el tiempo rodeado de bellas mujeres, y deseo complacerla delegando mis responsabilidades en gente de mucha confianza. 

¿Le sorprende que la haya llamado a usted? 

 

—Un poco, señor. Le respondí.  

—Es usted el brazo derecho de mi hermano, no debería sorprenderse,señorita Cristal, desde este momento pasa usted a ser la subdirectora de Ecómodas, la oficina que ocupaba mi hermano desde este momento será la suya. Y mi hermano, tomará el mando. 


—Gracias señor, haré mi mejor trabajo. 


—De eso estoy seguro. Sonrió, ante de decirme lo siguiente. 

—Un consejo Cristal, cuando alguien le regale rosas no las tire a la basura, ¿qué culpa tienen las rosas? 


—No puede evitar sonreír—Lo tendré en cuenta señor. 

 

Llena de júbilo salí de su oficina, pero también con un escalofrío que me heló hasta los huesos. Aquel consejo no sabía si era porque me vio tirar la rosa al bote de basura, o porque él me había dejado esa rosa ahí. 


Como sea me sentí afortunada, ahora ya no era una asistente, ahora sería la jefa y no solo eso, tendría yo mi asistente personal. Ya era oficial. Se había anunciado mi nombramiento y el retiro del sr. Cristián de la empresa, pero sorpresa, otra rosa en mi escritorio, Sí y la misma nota: 

«¡¡¡HOLA GUAPA!!! TE TOCA O CUCHILLOS O ROSAS». Solo que esta vez, era un saludo en vez de una celebración. 

 

— ¿Qué pasa? —dijo el señor Cristian, quien había entrado a mi oficina despedirse y desearme éxito. 


—Nada señor —le respondí algo desconcertada.


—¿No te gustan las rosas? —preguntó al ver cómo la había dejado caer al piso. 


—No es ese señor. 


—Déjame ver —se inclinó para recoger la rosa y la nota,—¡pero qué diablos es esto! —dijo con asombro mirándome directamente a los ojos.


—No lo sé señor, es la segunda rosa acompañada de ese tipo de notas, que recibo en esta semana.


— ¿Tienes idea de quién te las envía? 


—No señor. 

 

En ese momento levantó el teléfono de la que ahora era mi oficina, y llamó al departamento legal y de seguridad, yo no sabía que hacer solo me quedé ahí viendo como él manejaba el asunto.


Cuando llegó el personal dio las siguientes órdenes:

 

—Desde este momento quiero cámaras de vigilancia las 24 horas, y un chófer que lleve y traiga a la señorita Cristal, de su casa al trabajo, y lo que ella necesite.


Cuando los empleados se retiraron me dijo:

«Tranquila está usted a salvo». 

 

—Le agradezco las molestias que se ha tomado, pero seguro es algún bromista señor. 


—No me puedo ir sabiendo que alguien de mi personal está en riesgo, la acompañó a su casa Cristal.


 —No es necesario señor.


 —Vamos, la llevó, su casa me queda de camino. 


 —Está bien señor.

 

Y, así fue que mi exjefe me llevó a casa, aquella tarde. Un hombre tan guapo y con la fama de conquistador me llevaba a casa. 

Pero no se hagan la idea, yo no soy como las otras o como la mayoría.Tengo mis valores bien claros. 

 

—Bueno ya estás a salvo —me dijo con una sonrisa. 


—Gracias señor.


—Dime Cristian, Cristal, ya no soy tu jefe.


—Gracias Cristian, que tengas una buena noche.


—Buenas noches Cristal. —Fueron sus últimas palabras aquella noche antes de retirarse. 


No volví a verlo en semanas. Supongo que estaba con su novia inmerso en los preparativos de su boda. En la oficina todo marchaba bien, no había más rosas en mi escritorio. La mañana había transcurrido bien, los eventos todos unos éxitos, las ventas por los cielos. Todo mundo feliz, había llegado la hora de marcharme, y  ahí estaba el chófer de la compañía como cada mañana y  cada tarde esperándome. 

Al llegar a mi casa vi a un hombre sentado en la escalinata con un gran ramo de rosas, me apresuré a pasarle, pero este se levantó y me habló tomando del brazo. 

 

—Perdona no quise asustarte.


—¡Por Dios! Cristian.


—Lo siento  Cristal, no fue mi intención, debí llamar, pero eso arruinaría la sorpresa,te he comprado estas rosas y deseo invitarte a cenar.


—Agradezco las rosas, pero no veo el motivo para tal invitación. 


— ¿Hace falta un motivo para invitarte a salir? Está bien improvisaré uno ¿qué te parece el celebrar el éxito de Ecómodas esta semana? 


—Vaya que eres muy listo, pero qué diría tu novia sí, se entera que sales a cenar con una empleada.


—No tiene que decir nada, porque hemos terminado hace un par de semanas. Creo que aún no estoy listo para dar ese gran paso. Me dijo.


—¿Es en serio? le pregunté con asombro.


—¿Por qué tendría que mentirte a ti y para qué? 


—Ok, solo dame un minuto para ducharme y cambiarme de ropa.


—Está bien te espero aquí en la calle no tardes.

 

—Pasa, espérame en el salón, no tengo problemas en que entres.


—Bien, pero no te tardes ¿puedo servirme algo? 


—Por supuesto, hay un buen vino en el servibar.

 

Y, así fue que Cristian llegó a mi apartamento donde se tomó un par de copas antes de llevarme a cenar.

Por cierto, el lobo resultó una oveja. Ahora sí que aplica el dicho de que el león no es como lo pintan. Se portó como un gran caballero en ningún momento me faltó el respecto; Cenamos fuera, caminamos un rato y charlamos de cosas. Me di cuenta que era un buen hombre, nada que ver con la “fama de Casanova” que llevaba a cuestas. Después de dejarme en casa se marchó.


Al día siguiente lo vi en la oficina de su hermano algo serio pasaba entre ellos. Pude ver la molestia en sus rostros al hablarse, cuando Cristian se retiró, Sebastián me llamó a la oficina. Él me dio la orden de enviarle rosas a Rebeca, la ex prometida de Cristian, cosa que me sorprendió mucho, ya que para eso él tenía su asistente. Más me sorprendí cuando me dijo lo siguiente: 

 

—Que nadie más se entere, confió en ti Cristal; que la nota diga: “Te amo, siempre tuyo Sebastián”. 


—No te preocupes cuentas con mi discreción

Sebastián. 


—Gracias, Cristal.

 

Ahora entendía porque se había cancelado la boda, quién lo diría, dos hermanos compartiendo el mismo amor. Yo hice lo que Sebastián me pidió, envié aquellas rosas con la nota amorosa. Y esa misma tarde entró a la oficina una mujer muy bella, supuse que era Rebeca, ya que traía las rosa que le había enviado por la mañana. 

No logré escuchar mucho, pero pude darme cuenta de que estaba furiosa.

Sebastián salió tras ella y los vi besarse antes de subir al ascensor. ¡Que extraño fue todo eso!

Al día siguiente, en la oficina todo marchaba genial, pero de pronto apareció otra vez Rebeca. Ya sus visitas eran más prolongadas, pasaba horas en la oficina de Sebastián.

Los meses pasaban,  y esos dos se veían a diario en la oficina, sin ningún pudor su romance ya era conocido por todos.

Un viernes por la tarde, un día más de locura y de mucho trabajo, había terminado gracias a Dios mi jornada, y de pronto vi entrar a Cristian. Me preocupé pues sabía que Rebeca, se encontraba en la oficina con su hermano, por ello me apresuré a saludarle.

 

—Hola, Cristian.


—¿Cómo estás, Cristal? 


—Bien y tú? —Intenté detenerlo. 


—He venido por ti —me dijo plantándome un beso que me tomó por sorpresa y me dejó sin aliento, ante la mirada de Rebeca, quien había salido sola de la oficina de Sebastián. 


—Nos vamos —me dijo tomándome del brazo y sacándome de aquel lugar. 

— ¿Qué fue todo eso? —le exigí una explicación.


—Perdóname Cristal, no quise que pasaran, así las cosas, realmente vine por ti, para invitarte a cenar y pasar una buena velada. Pero al ver que Rebeca estaba ahí, sentí la necesidad de besarte frente a ella, que notara que nada de lo que haga puede herirme.


—No entiendo, Cristian, pero si ya han terminado.


—Sí, hemos terminado, pero ella no lo entiende así y está usando a mi hermano para vengarse de mí y no lo dejará hasta que yo regrese con ella, cosa que no va a suceder. 


—Pero ¿qué clase de mujer es? le dije


—Una muy guapa y ambiciosa ¡No puedo creer que estuve a punto de hacerla mi esposa!me respondió.

 

—Y ahora ¿qué vas a hacer? le pregunté.


—Nada, ya no puedo hacer nada, Sebastián está embobado con ella, no atiende a razones,Rebeca será su cruz. 


—Entiendo. le dije mientras seguíamos conversando.


—Pero yo no he venido para hablar de ellos, he venido para invitarte a cenar. Me dijo.


—Y si mejor ordenamos pizzas, una buena botella de vino y vemos una peli en mi apartamento? le sugeri.

 

—Me agrada más tu idea.

 

Aquella noche fue especial entre él y yo. Algo surgió, nos teníamos, no sentíamos bien el uno con el otro, y decidimos iniciar una relación. 

Unas semanas después, todo marchaba bien en la oficina y en nuestra relación, Rebeca seguía viéndose con Sebastián y aprovechaba para molestarme en cualquier momento difamando a Cristian. A ella se le notaba el celo y la envidia por vernos juntos, pero yo aprendí a lidiar con ella, ignorando todos y cada uno de sus comentarios ofensivos. 

Meses después, Cristian vino a las oficinas y delante de todos me pidió formalmente matrimonio. Estaba yo tan feliz, que no me di cuenta que estaba Rebeca en la oficina y salió dando un portazo. Claro que eso no impidió le diera el esperado “sí acepto”. Pronto sería la esposa de Cristian. 

Cristian, y yo seguimos nuestros planes de boda y viéndonos en todo momento. Nosotros estábamos tan felices, que olvidé por completo decirle que seguía recibiendo rosas con notas extrañas. No le di mayor importancia hasta que un día al llegar a mi apartamento noté que la cerradura de la puerta estaba como floja, como si hubieran intentado forzarla. En estado de alerta, entre y encendí rápidamente las luces y eché un vistazo por todo el apartamento. Luego, descansé cuando vi que todo estaba en orden. Ya estaba a punto de irme a la cama, cuando sonó el timbre. Seguro que es Cristian pensé levantándome enseguida para ir a abrirle. Pero para mi sorpresa era Sebastián. Él estaba borracho y llorando por eso lo dejé pasar porque lo vi tan mal… Lo senté en el sofá, le preparé café, y ya cuando estuvo más calmado, le pregunté qué le pasaba, y me dijo que se habían burlado de él y de mí, todo este tiempo. Le dije que me explicase con calma, que no entendía de qué hablaba y me miró con lástima como quien mira a un condenado a muerte, a punto de ser ejecutado.

 

—Cristian y Rebeca, siguen juntos hoy los encontré metidos en la cama, no fui capaz de enfrentarlos y salí sin que se dieran cuenta y sin decir nada. 

 

Yo sentí como si me apuñalaran el corazón, ahí estaba su hermano diciéndome que lo había visto haciendo el amor a su ex. 

 

— ¿Cómo es posible, Sebastián? ¿Estás seguro? Mira que estás muy borracho. ¿No sería otro hombre?


—Lo siento Cristal, pero sé lo que vi, no había bebido nada hasta encontrarlos. Al salir de ahí me metí, en un bar no muy lejos de aquí.

 

Al oírlo se me había caído el mundo a pedazos en ese momento. Me sentí usada engañada y con qué fin, para qué. No había respuestas,a mis preguntas, desde ese momento mi vida cambió y decidí vengarme de ellos, con la ayuda de Sebastián porque sería más fácil.


¿Estás seguro de que quieres ayudarme? Después de todo él es tu hermano. 

—Sí Cristal, cuenta conmigo, ya, esos dos se han burlado bastante de mí.


—Muy bien, pues seguiremos con los preparativo de boda. Igual tú anunciarás que te casas. No dirás con quién. Solo que será el mismo día y en la misma iglesia que la nuestra. Mientras tanto, sal con alguna chica, que te vean regularmente por ahí con alguna mujer, y por las noches te espero aquí en mi apartamento.


—Muy bien así lo haré no sabes cuánto deseo llegue ese momento.


—Tranquilo, llegará y será nuestra mejor venganza contra ellos.

 

Las semanas siguieron pasando Cristian, y yo pasábamos los días planeando la boda como si nada pasara, él ignoraba que yo sabía de sus encuentros con Rebeca. Después de dejarme en casa corría a verla. Pero también él ignoraba que yo veía a su hermano Sebastián, con quien tenía ya un plan, para vengarme de él. 


Pero también nuestros encuentros se volcaron en encuentros amorosos. No se podía comparar los sentimientos entre Sebastián y yo, había surgido un verdadero amor. El hacer hervir la piel al calor de los besos. Nosotros estábamos también juntos que ya poco nos importaba que ellos se vieran. 

Pero los planes no cambiarían por dos motivos: por venganza y por amor. 

Había llegado el día de las bodas. Todos estaban invitados e incluso Rebeca. 

Había dos novios esperando en la iglesia, y una novia caminando hacia el altar. Todos voltearon sorprendidos al mirar que daba inicio la marcha nupcial y solo habia una novia caminando hacia el altar. 


El sacerdote preguntó a la novia que si aceptaba a Cristian como esposo. 


Y yo respondí:

 

-¡No! —Ante su mirada incrédula. El padre repitió la pregunta.

— ¿Aceptas como legítimo esposo a Sebastián? 

 

De inmediato respondí que ¡sí! Y lo besé, Cristian nos miró sorprendido, y se arremetió contra Sebastián, quien ordenó que echaran a Cristian de la iglesia. 

Tras finalizar la ceremonia, al salir de aquel santo lugar ya como la esposa de Sebastián, afuera estaba Rebeca y Cristian, esperando una explicación nuestra. 


—¡Malditos! ¿Cómo han podido hacerme esto? —dijo Cristian—. Tú, mi hermano y la mujer que amo. 

 

Me acerqué a él y le dije:

 —La mujer que amas está cada noche revolcándose contigo en la cama. 


Yo solo era un trofeo para ti. Cuando supiste que Sebastián, me enviaban rosas hiciste todo lo posible para alejarme de él, cambiando las notas de amor por amenazas y casi te creí. ¡Maldito tú! Que envidias el éxito de tu hermano, y que has usado a la tonta de Rebeca, para llevar a tus malas intenciones ¿Qué le prometiste? Ser la otra. Porque es lo que sería, sí me hubiera casado contigo. ¿Tan poco vale para ti? Me dan pena y asco los dos, sean felices con su inmundicia. Vámonos Sebastián, ya nada tenemos que hacer aquí.

Cuando estábamos a punto de marcharnos escuchamos un disparo, Rebeca, le había disparado a Cristian, y ahora nos apuntaba a nosotros, Sebastián, intentaba calmarla. 

 

—Rebeca baja el arma, le decía.


-¡No! Hasta matar a esta perra que me ha robado lo que más amé en la vida. Cristian, no me prometió nada era yo quien lo buscaba.

El maldito se enamoró como tú de Cristal, y pensaba casarse y abandonarme. Por eso vine a la boda, sí él se casaba hoy, yo lo mataría. Aunque no se casó con Cristal, el maldito, me despreció, me dijo que no volveríamos a vernos jamás, que ya no le importaba nada. Si, había perdido a quién amaba, ¡maldita zorra! ¡Maldita Cristal! ¡No vas a vivir para ser feliz con ninguno de los dos! 

 

No podía creer todo lo que esa mujer estaba diciendo.

 

—Baja el arma Rebeca —repetía Sebastián. 


—Tú cállate imbécil —ordenó y sin pensarlo le disparó a Sebastián y se giró hacia mí—. Ahora te toca a ti maldita zorra.

 

Me tomó por el cuello, puso el arma en mis manos, le disparó de nuevo a Cristian, y luego se colocó frente a mí, colocando el arma en mis manos y las suyas por encima y se disparó en el pecho. Yo perdí el conocimiento, y no desperté hasta estar en una celda acusada de asesinar a dos personas y el intento de otra.


¿Cómo es que todo eso había ocurrido sin darme cuenta? 

Me estaba acusando de quitarle la vida a Cristián y, a Rebeca. Además de intentar asesinar a Sebastián, quien se encontraba gravé luchando entre la vida y la muerte. Lo cual era conveniente para su único familiar Fabián, que yo fuera culpable, porque al casarme con Sebastián, yo sería la heredera legítima de toda la fortuna de los dos hermanos. Era evidente que no me ayudarían a salir de esa situación, solo un milagro podría hacerlo. 

Tras meses de estar en la cárcel esperando el juicio y el veredicto final, cuando el juez me preguntó cómo me declaraba le dije: «Me declaro inocente señor juez». 

Sinceramente yo no esperaba que me creyera. Cuando vi entre los testigos a Sebastián, quien relató los hechos tal cual habían ocurrido, desestimando las acusaciones de su primo, quien ni siquiera estuvo presente aquel día, no podía creerlo. 


 Hasta escuchar.

—Se levanta la sesión, el jurado declara inocente a la acusada y se le deja en total libertad, en este instante. 

 


Esas palabras me devolvieron la vida, mi vida, y ver que Sebastián, estaba bien y presente ahí para salvarme. El corazón me dio un vuelco. 

Él se acercó a mí y me dijo: «Te amo… vamos a casa esposa mía». 

Y, esta fue la triste y feliz historia de mi vida.


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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